Sobreprotección, minusvaloración y estigma de la familia: Comportamientos familiares que reciben las mujeres con TMG, tales como relegarlas a las tareas de casa, no dejarlas salir, actitudes de incomprensión y vergüenza, incredulidad ante sus posibilidades de desarrollo personal, etc… Maneras de tratarlas que redundan aún más en su baja autoestima, autovaloración y autoconcepto.
Cargas familiares y rol de cuidadora: Con carácter general, las mujeres asumen una mayor responsabilidad y cargas familiares que los hombres. Como ya hemos detallado con anterioridad, es uno de los elementos propios de la desigualdad social entre ambos sexos. En el caso específico de las mujeres con TMG, esta realidad, se ve agravada como consecuencia de su falta de dedicación a otras tareas socialmente aceptadas (tener trabajo, haber conformado su propio núcleo familiar, etc…). Esto produce que sus familias, en muchos casos, no valoren e incluso desprecien actividades que puedan realizar como el hecho de acudir a recursos necesarios para su rehabilitación.
Además, las expectativas son muy diferentes cuando se trata de mujeres con TMG, porque esperan de ellas que no sólo puedan estar bien, sino que además se ocupen de las cargas familiares. No sucede así en el caso de los hombres con TMG, de los que sólo se espera que se encuentren estables en su enfermedad y tengan actividades fuera que les ayuden en su desarrollo.
Dependencia emocional y relacional con la familia: Son factores implicados en lo ya expuesto (sobreprotección, minusvaloración, rol de cuidado en el hogar, etc..) donde se crea un vínculo muy estrecho de las mujeres con TMG y sus familiares, que impide a la mujer desentenderse y/o tomar distancia del rol de cuidadora familiar o persona relegada al hogar, cuando un familiar necesita cuidados. Ya no importa que las mujeres con TMG también necesiten apoyo, porque sus necesidades, ocupaciones, actividades o intereses quedan relegadas a un segundo plano.
Los cánones sociales sobre la imagen: La imagen social asignada a las mujeres es recibida también, como es obvio, por las mujeres con TMG y las condiciona a la hora de participar en ciertas actividades, salir, etc… Su imagen se ve deteriorada en ocasiones por los efectos de la medicación, pero también por la sintomatología negativa que les lleva a abandonarse y no cuidar su aspecto físico.
Estancamiento en su desarrollo laboral y personal: Las personas con TMG tienen muchas dificultades para acceder al mercado laboral. Una situación que afecta aún más a las mujeres con TMG, por su particular historia de sobreprotección y aislamiento, y les ocasiona una negación de sus capacidades y potencialidades. Asumen un “estatus de inferioridad” que se traduce en que no conciban el empleo como una posibilidad real.
De esta manera, el rol de cuidadora y la baja autoestima son factores que las limitan para aprovechar las oportunidades de desarrollo y aprendizaje (tanto en el ámbito de formación y empleo, como en otras actividades: ocio, deporte…).
Menos acceso a recursos especializados: Las mujeres con TMG acceden en menor medida a cualquier tipo de recursos con respecto a los hombres y, cuando lo consiguen, lo hacen de manera tardía y en recursos que no están destinados a conseguir su proyecto de vida. Otro indicativo de importante desigualdad.
Según Plan de Salud Mental de Canarias 2019-2023, en las USM (Unidades de Salud Mental) de Canarias, se atendieron a un total de 69.888 pacientes con un ligero predominio del sexo femenino (55,74%) (RECAP, 2016).
Este mismo Plan ofrece un dato también significativo: Entre las personas con TMG, las mujeres muestran una prevalencia del doble en relación con la de los hombres. Estos datos demuestran precisamente que las mujeres con TMG no son menos en número y duración de la enfermedad con respecto a los hombres. Sin embargo, nos encontramos con un número reducido de mujeres que son derivadas a los servicios y recursos de salud mental. Así pues, además de todos los factores ya nombrados (sobreprotección, rol femenino, etc.…), existen diferentes “sensibilidades” hacia las mujeres y los hombres en los centros de derivación. Estos recursos tenderían a percibir como menos problemático el hecho de que las mujeres con TMG se queden en casa y naturalicen el rol doméstico femenino con lo que ello conlleva: Privarlas de oportunidades para la participación social y su recuperación.