Androcentrismo y sexismo = Lo que no se nombra no existe
Entendemos y damos sentido al mundo que nos rodea a través de cómo lo percibimos y expresamos. Pensamos utilizando el lenguaje, por lo que los propios términos, sus usos, maneras y manifestaciones van conformando, de modo más o menos consciente, nuestra realidad.
Si ese lenguaje sólo visibiliza a una parte de la población (los hombres), se hace invisible en esa realidad percibida y pensada a las mujeres, perpetuando así estereotipos en los que prima lo masculino, y obstaculizando la igualdad.
Lo mismo ocurre cuando nos referimos a la imagen. Los medios de comunicación, publicidad y nuevas tecnologías influyen, transmiten y crean opinión. La mujer queda relegada a un mero objeto, infravalorada, y los roles sexistas se continúan perpetuando en contra de la igualdad de oportunidades.
Hay que tener en cuenta una serie de recomendaciones para luchar contra el lenguaje y la imagen sexista en nuestro proceder. Para ello, debemos conocer primero los conceptos: Androcentrismo y sexismo.
- Androcentrismo. Es la práctica, consciente o no, de otorgar al hombre y lo masculino una posición central en el mundo, las sociedades, culturas y la historia. Desde una perspectiva androcéntrica, los hombres son el referente y las mujeres quedan en un plano de exclusión e invisibilidad. Un ejemplo: Cuando hablamos de la “evolución del hombre”, el referente es el hombre, en lugar de definirla como “evolución de la humanidad”.
- Sexismo. Asignación de valores, capacidades y roles diferentes a hombres y mujeres en función exclusivamente de su sexo. La mujer queda en un segundo plano con respecto a los hombres. Esta realidad se refleja en el uso del lenguaje, por eso, hablamos de sexismo lingüístico cuando el discurso y las palabras que elegimos discriminan a un sexo con respecto al otro.
El uso del lenguaje se adquiere desde el punto de vista cultural. Podemos pues modificar ese uso y elegir los términos adecuados en pro de la igualdad. La lengua modifica la mentalidad y por consiguiente la conducta de la persona.
Adquirir esos nuevos hábitos requiere de esfuerzo y voluntad para hacerlo una realidad. No sólo debemos conocer nuevos procesos lingüísticos, sino que debemos tomar conciencia de la importancia de usarlos y llevarlos a la práctica para crear una sociedad más justa e igualitaria.
Si dejamos atrás los antiguos hábitos sexistas podremos posiblemente comenzar a pensar en que es posible el camino hacia la igualdad
Cometemos errores aprendidos y frecuentes que podemos evitar y erradicar con estas recomendaciones que se detallan a continuación.
La regla de la inversión
La regla de inversión nos ayuda a detectar el sexismo lingüístico, visual y social y se puede aplicar a cualquiera de estos ámbitos. Consiste en invertir todas las referencias sexuadas. Si hay un término en masculino, se cambiaría a su correspondiente femenino y viceversa o, si aparece la imagen de una mujer en un reclamo, imaginar el mismo anuncio protagonizado por un hombre. Si el resultado de la inversión resulta extraño es que estamos ante algún tipo de sexismo.
Analizamos ahora la siguiente frase: “El tribunal estaba compuesto por tres mujeres catedráticas”. Si aplicamos la regla de la inversión obtenemos: “El tribunal estaba compuesto por tres hombres catedráticos”. Se genera una redundancia innecesaria detallando el término “mujeres catedráticas”. Lo apropiado para establecer un tratamiento igualitario sería: “El tribunal estaba compuesto por tres catedráticas”.